Presentamos en este libro una apasionada y apasionante galería de escritores raros o malditos, desde genios incomprendidos y expulsados trágicamente a las tinieblas ?ahí tenemos el caso paradigmático de Léon Bloy? hasta escritores por completo irrelevantes, a veces incluso tarambanas locoides y casi ágrafos, que sin embargo esconden, entre los repliegues de una vida descacharrada y una obra ínfima, esa «alma potente y extraña» que choca a la sensibilidad dominante.
Para Juan Manuel de Prada, maldito es el escritor que se revela contra las convenciones ideológicas y estéticas imperantes en su época; y así puede llegar a afirmar que «maldito no es hoy el autor que se complace en invocar a los demonios, sino el que se atreve a rezar a los santos; maldito no es el activista del desenfreno, sino el apóstol de la templanza; maldito no es el rapsoda chillón de la libertad, sino el juglar discreto de la tradición».
Entre los malditos reunidos en Raros como yo encontramos escritores que fueron aplaudidos en vida para después caer en el olvido, como Concha Espina; otros despreciados en vida que después han sido rescatados, como Felisberto Hernández; y hallamos también a quienes fueron malditos en vida y aun hoy lo siguen siendo, confinados en las mazmorras donde se encierran las voces que desentonan del coro oficialista. Destaca entre estos últimos el argentino Leonardo Castellani, a quien Prada denomina rubenianamente «padre y maestro mágico que cambió radicalmente mi percepción del oficio literario» y dedica páginas muy hondas y reveladoras. Cierra el volumen un balcón ofrecido a las «rosas de Cataluña», un puñado de escritoras ?casi todas ellas de la misma generación? que el autor descubrió fascinado mientras investigaba sobre la figura de Ana María Martínez Sagi.
Juan Manuel de Prada pasó su niñez y adolescencia en Zamora. Aunque realizó estudios de Derecho, su única dedicación profesional ha sido la literatura. Su primer libro, Coños (Valdemar, 1995), sorprendió al público y a la crítica más exigente por su audacia imaginativa y su deslumbrante uso del lenguaje: «Un milagro de invención» (Corrado Augias, La República)