Con apenas 21 años, tras la publicación de Azul (1888), el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) empezó a convertirse en un poeta continental, reconocido en todos los países de América y hacia 1900 era ya el poeta hispánico más leído entre los poetas y el más influyente de los últimos tres siglos y aún hoy día es perceptible su magisterio. La mayor parte de los poetas para los que el poema no es un conjunto de líneas de prosa de desigual anchura sino un artefacto verbal dotado de tensión, ritmo y estructura le siguen debiendo mucho a Rubén Darío. Existen muy numerosas antologías, pero esta que ofrecemos tiene la singularidad de haber sido seleccionada y prologada por Arturo Ramoneda, uno de los mejores conocedores de su obra y de los que con más actual gusto y sensibilidad se han acercado a ella. A.L.
Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916) representa uno de los grandes hitos de las letras hispanas, no sólo por el carácter emblemático de algunos de sus títulos como Azul... (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) sino por las dimensiones de renovación que impuso a la lengua española, abriendo las puertas a las influencias estéticas europeas a través de la corriente que él mismo bautizó como Modernismo. Pero como decía Octavio Paz su obra no termina con el Modernismo: lo sobrepasa, va más allá del lenguaje de esta escuela y, en verdad, de toda escuela. Es una creación, algo que pertenece más a la historia de la poesía que a la de los estilos. Darío no es únicamente el más amplio y rico de los poetas modernistas: es uno de nuestros grandes poetas modernos, es «el príncipe de las letras castellanas».