Esta novela es la evocación de la representación del «Hamlet» shakespeariano por artistas ambulantes y gentes de un pueblo de la meseta en la inmediata postguerra; y la evocación, por parte del narrador, de la figura de una de sus maestras, Carolina Donat, «una señorita maestra que iba a ser actriz y ha hecho de Ofelia en el teatro, y tiene además un Arlequín». Tiempos, vidas y teatro --un teatro que ya muchos piensan condenado por el cine-- se entrecruzan de forma magistral a lo largo de sus páginas.
Como señala en el prefacio la profesora Carmen Bobes, «el encanto de Se llamaba Carolina es el que tienen otros textos de su autor, como Ronda de noche o Agua de noria, donde la espontaneidad es la norma, a pesar de que los motivos y la historia puedan ser terribles».
Nació en Langa (Ávila), en 1930. Entre sus ensayos cabe destacar Guía espiritual de Castilla (1984) y Los ojos del icono (1988); su obra narrativa comprende títulos como Historia de un otoño (1971), La salamandra (1973), El santo de mayo (1976), El grano de maíz rojo (1988), que obtuvo el premio de la Crítica, El mudejarillo (1992), La boda de Ángela (Seix Barral, 1993), Teorema de Pitágoras (Seix Barral, 1995), Las sandalias de plata (Seix Barral, 1996), Los compañeros (Seix Barral, 1997), Ronda de noche (Seix Barral, 1998), Las señoras (Seix Barral, 1999), Maestro Huidobro (2000), Un hombre en la raya (Seix Barral, 2000), Los lobeznos (Seix Barral, 2001), y Carta de Tesa (Seix Barral, 2004). Es, además, autor de los volúmenes de poesía, El tiempo de Eurídice (1996), Elegías menores (2002) y Elogios y celebraciones (2005). Ha obtenido el Premio Castilla y León de las Letras en 1988, el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1992 y el Premio Cervantes en 2002.