"Cuando era niño solía ir a menudo al Luxemburgo. Podría recapitular mi existencia hablando nada más que de este jardín y de las imágenes que despierta en mí. Inviernos de guerra... las mañanas cuando se me hacía tarde y corría hacia el liceo Montaigne... Instante fijo: el mismo y eterno anciano del traje gastado arroja pan a los pichones. Una joven elegante vigila de reojo a su hijo que se lava las manos en la tierra..."
"Todas las culturas han señalado la afinidad de los lugares por donde pasamos para ir a otra parte con los lugares donde nos reunimos para festejar o para hacer compras. El supermercado constituye una síntesis histórica inédita entre mercado y encrucijada. De su lugar de emplazamiento dependen algunos de nuestros itinerarios; pasamos por el supermercado antes de ir a nuestros hogares. El carrito que empujamos simboliza la originalidad de esa nueva relación con el mercado. No hay vendedores con quienes podríamos discutir. El ojo de las cámaras de control nos está vigilando. La organización de la entrada o de las salidas por las cajas registradoras ofrece la imagen de la dependencia social y económica del consumidor que contrasta con la noción de "autoservicio".
El supermercado es un lugar asediado por la presencia del Otro con mayúscula, aunque sólo se crucen soledades..."
¿Un etnólogo puede observar sin riesgos las costumbres de su propia tribu? ¿Puede, lejos de sus trópicos, visitar nuestras sociedades discerniendo en ellas el juego sutil de los rituales cotidianos modernos, ya sea en las visitas al médico, en la lectura de la prensa, en el bombardeo de las imágenes y superlativos de la publicidad, en las formas de sociabilidad, identificación y anonimato de las grandes urbes?
Marc Augé pone aquí a prueba su experiencia de etnólogo y de habitante urbano para descifrar la trama que las costumbres van tejiendo un día cualquiera en París. Así descubre cómo los lugares organizan los recuerdos, cómo se entrelazan las prácticas cotidianas en un universo simbólico donde el etnólogo puede circular entre la actualidad política y el deporte, entre los sueños y los días, entre Durkheim y Sèvres-Babylone.
Marc Augé (Francia, 1935) nació en una familia de militares, se interesó en la descolonización, pero también en las ciencias de la información y la comunicación. Con el tiempo, terminó transformándose en el mejor observador de lo que él mismo llamó "sobremodernidad". Una situación social marcada por el exceso: tiempo, velocidad, movimientos y consumo. Desde las lagunas del sur de Costa de Marfil hasta el Jardín de Luxemburgo, de Togo al metro de París, del paganismo al hipermodernismo, Marc Augé inventó una singular antropología de los mundos africanos y contemporáneos.