CREWS, HARRY / MCCURDY, MICHAEL (Ilustración)
La infancia recuperada de esta novela es el lugar del que Harry Crews se marchó a los diecisiete años con idea de no volver. No la miserable cabaña de arrendatarios en la que siendo apenas un bebé amaneció un buen día junto a su padre muerto, ni siquiera aquella cama en la que se pasó tentido buena parte de su infancia soñando con huir al mundo idílico y sin cicatrices que se anunciaba en las páginas satinadas de los catálogos de Sears, sino todo el condado de Bacon, con sus gentes y sus historias. Sobre todo sus historias. Historias de alambiques ilegales escondidos en mitad de la espesura, de viejas rencillas sangrientas, de serpientes que hablan, de pájaros que pueden poseer el alma de un niño, de predicadores delirantes y hechiceras que espantan a los espíritus... Y es que en el condado de Bacon todo el mundo cuenta historias. Las historias lo son todo y todo son historias. Contar historias es su manera de sobrevivir y de comprenderse. Nada muere si hay historias. Todo, tanto lo bueno como lo malo, se incorpora y se traspasa de una generación a la siguiente y son quienes cargan con ese legado los que acaban por darle forma y color. A lo largo de estas páginas el autor de "El Cantante de Gospel" intenta regresar al territorio delimitado por las historias que configuraron su infancia para descubrir que de aquel lugar del que, como el viejo Huckleberry Finn, siempre quiso huir, por muy lejos que le llevarían sus futuros vagabundeos, nunca logró marcharse.
Estuvo en la guerra de Corea. Durante su primer año en el ejército fue campeón de los pesos ligeros en su regimiento y le rompieron la nariz al menos 6 veces. Practicó karate durante 27 años. Su primer hijo murió ahogado. Entrenó halcones. Le gustaba la cetrería. Tenía un verso de E.E. Cummings tatuado en el brazo. Bebió mucho y se drogó lo suficiente. Hasta los 47 no tuvo su primera resaca. Admitía no ser una persona divertida. Él mismo se reía bastante poco. Todo su humor se encuentra en sus más de 20 libros. Murió en Florida, a los 76 años, por complicaciones de una neuropatía.