He aquí al Gran Jack Kerouac consumando el milagro de sus palabras, superándose por última vez; un río poético que arrasa la idiosincrasia de una potencia en gestación desde Times Square hasta North Beach, arriesgándose antes que nadie a intercalar grabaciones magnetofónicas, cut-ups, poemas, garabatos y un sinfín de recursos que hoy en día los jóvenes narradores consideran el último aullido, cuando más de medio siglo atrás Jack ya se había adentrado a quemarropa en un discurso sembrado de colapsos espacio-temporales, hipérboles, slang y una libertad creativa que nos remonta a las grandes obras como Rayuela, Ornithology de Charly Parker o Ulyses, y con el incentivo de una nueva y trabajadísima traducción a cargo de Daniel Ortiz Peñate que intenta situar esta obra maestra en el lugar que le corresponde en la Literatura Universal.