La vocación de la escuela es facilitar el aprendizaje. No hay duda, y todo el mundo lo acepta. Pero no es suficiente: el consenso es inútil sin el enunciado de los medios a utilizar. Philippe Meirieu prosigue en esta obra la reflexión iniciada en La escuela, modo de empleo (Octaedro, 1997), centrándose esta vez específicamente en el acto de aprender. Denuncia cualquier planteamiento ilusorio y aporta ideas para que el enseñante pueda elaborar, regular y evaluar su actividad. Aborda a la vez la relación pedagógica, la racionalización didáctica y las estrategias individuales de aprendizaje. Muestra cómo dirigir la atención hacia estas tres dimensiones y así permite mantener el equilibrio ecológico del sistema de enseñanza. Situándose más allá del enfrentamiento entre teoría y práctica, esta obra constituye una referencia para todos los profesionales de la enseñanza.