Las periodistas Carmen Rigalt y Rosa Villacastín lo han hecho y se han dado cuenta de que el parecido es inevitable. Hijas de una generación que intentó romper con casi todo, a lo largo de una intensa charla de amigas han puesto en común sus experiencias, sus recuerdos, su educación y la relación que mantienen actualmente con sus madres, que podrían ser las de cualquiera de nosotras. Madres que nos recuerdan que ya no somos tan jóvenes. que nos aconsejan ir siempre con la ropa interior en perfecto estado de revista por si nos ocurriera algo y tuviéramos que terminar en un hospital. madres preocupadas por el que dirán. que nos chantajean emocionalmente aunque digan que están bien y no necesitan nada. que se niegan a ir al médico porque. total, ya saben lo que les va a decir. que no llaman por si molestan y nos hacen sentir fatal porque las tenemos «abandonadas». y que, en definitiva, están convencidas de que cuando falten seremos incapaces de llevar las riendas y el control del día a día tan bien como lo hacen ellas. ¿Será cierto? ¿La vida es un círculo que al final se cierra... para dar la razón a nuestras progenitoras? ¿Realmente nos vamos pareciendo a ellas mucho más de lo que jamás hubiéramos imaginado o... deseado? Un libro entrañable que no sólo funciona como un espejo en el que reflejarnos, sino que da testimonio de dos generaciones que han construido la España de los últimos ochenta años.
Carmen Rigalt se desmelenó profesionalmente ejerciendo el periodismo verité, modalidad en la que cosechó algunos triunfos que ahora quiere olvidar a toda costa. Es escritora, pero prefiere definirse como vividora que se desfoga poniendo adjetivos a sus vivencias. Espera dejar de escribir algún día para dedicarse a su ocupación favorita: la contemplación de los propios sueños. Mientras llega ese momento cultiva el articulismo en el diario El Mundo y entrevista a personajes famosos. Colabora además con diversas revistas y cadenas de televisión. De sus años vividos hasta hoy recuerda que es catalana, que le gustaron las lenguas clásicas y que descubrió el intimismo el mismo día que descubrió la olla exprés. La cotidianidad se ha convertido en su mejor arma combativa. Con su novela "Mi corazón que baila con espigas" quedó finalista del Premio Planeta 1997.