Inspirado libremente en la vida de CYRANO DE BERGERAC, un estrafalario escritor y filósofo gascón del siglo xvii, este drama de capa y espada, pleno de romanticismo, de EDMOND ROSTAND obtuvo durante su estreno en 1897 un éxito clamoroso. El protagonista, espadachín terrible, polemista violento, brillantemente locuaz y célebre por su desproporcionada nariz, oculta una pasión avasalladora por su prima Roxana, que, a su vez, está enamorada de Christian, un guapo cadete carente de ingenio. Mediante un pacto, Cyrano escribirá, enajenado por un juego que lo embriaga y angustia, las intensas cartas de amor que su rival envía a la joven. Sólo mucho tiempo después de la muerte de Christian, cuando ya es imposible recuperar el tiempo perdido, se descubrirá la verdad. La obra ha dado lugar a cuatro óperas y a diversas películas, de las que destacan las protagonizadas por José Ferrer (1945) y por Gérard Depardieu (1990). Esta traducción de Mauro Armiño respeta la métrica del original francés.
Edmond Rostand, hijo del economista y escritor Jean Rostand, nació en Marsella el 1 de abril de 1868. En 1888 escribió su primera obra de teatro. Estudió la carrera de derecho, pero nunca llegó a ejercer como abogado. Se casó en 1890 con Rosemonde Gérard, quien también escribía poesía, y tuvieron dos hijos. En 1915, Rostand dejó a Rosemonde por la actriz Mary Marquet, el último amor de su vida. Edmond Rostand alcanzó su primer éxito en 1894 con la obra en verso < i > Les Romanesques, < /i > , pero el triunfo absoluto le llegará en 1897 con < i > Cyrano de Bergerac < /i > . En 1901, fue elegido miembro de la Académie Française, y empezó a escribir su nueva obra, < i > Chantecler < /i > , que no se estrenaría hasta 1910. Rostand había trabajado en ella durante muchos años y se debía convertir en la culminación de su carrera. Pero aunque no es un fracaso absoluto, la obra no convence al público. Desde entonces, sus nuevas obras no llegan a los escenarios, aunque < i > Cyrano de Bergerac < /i > continúa siendo representada sin interrupción. Durante la Primera Guerra Mundial, Rostand se implica de muchas maneras en la defensa de los soldados franceses y pasa incluso unos días en el frente. El 2 de diciembre de 1918 muere en París, víctima de la epidemia de «gripe española» que azota Europa.