La obra Cyrano de Bergerac (1897) del francés Edmond Rostand (1868 1918) es extraña, magistral y a la vez íntima y efectista. La tensión sostenida de fuertes pasiones y elegantes juegos verbales, no decae un momento y arrastra al espectador o al lector, cada vez que este singular y narigudo espadachín, culto como el que más, cínico y tierno, sube a la escena o aparece una nueva edición y esconde tras sus bravatas su desesperado amor por Roxana.
Edmond Rostand, hijo del economista y escritor Jean Rostand, nació en Marsella el 1 de abril de 1868. En 1888 escribió su primera obra de teatro. Estudió la carrera de derecho, pero nunca llegó a ejercer como abogado. Se casó en 1890 con Rosemonde Gérard, quien también escribía poesía, y tuvieron dos hijos. En 1915, Rostand dejó a Rosemonde por la actriz Mary Marquet, el último amor de su vida. Edmond Rostand alcanzó su primer éxito en 1894 con la obra en verso < i > Les Romanesques, < /i > , pero el triunfo absoluto le llegará en 1897 con < i > Cyrano de Bergerac < /i > . En 1901, fue elegido miembro de la Académie Française, y empezó a escribir su nueva obra, < i > Chantecler < /i > , que no se estrenaría hasta 1910. Rostand había trabajado en ella durante muchos años y se debía convertir en la culminación de su carrera. Pero aunque no es un fracaso absoluto, la obra no convence al público. Desde entonces, sus nuevas obras no llegan a los escenarios, aunque < i > Cyrano de Bergerac < /i > continúa siendo representada sin interrupción. Durante la Primera Guerra Mundial, Rostand se implica de muchas maneras en la defensa de los soldados franceses y pasa incluso unos días en el frente. El 2 de diciembre de 1918 muere en París, víctima de la epidemia de «gripe española» que azota Europa.