No existe humor sin amor ni ironía sin alegría. No hay nada más radical que un clásico. ¿Qué es la ironía? ¿Qué formas adopta y qué trampas contiene? ¿Acaso puede llegar a definirse frente a la hipocresía como una verdadera conciencia alegre? No existe humor sin amor ni ironía sin alegría. La ironía salva lo que puede ser salvado. Porque gracias a la ironía, el pensamiento actúa más ágilmente cuando se la reconoce en el espejo de la reflexión.
Vladimir Jankélévitch nació en Bourges, Francia. Terminó sus estudios en 1922, y en 1926, fue enviado a Praga como profesor en el Instituto Francés. De vuelta a París en 1932, se doctora en Letras al año siguiente. En 1939, es movilizado y herido un año después. Al abandonar el hospital, entra en la clandestinidad, participando en varios movimientos de la resistencia. Tras ocupar en 1947 su cátedra en Lille, pasa a ser profesor en la Sorbona en 1951, actividad que aún ejerce. Gran amante y estudioso de la música, ha escrito también varios ensayos sobre el tema, entre otros uno publicado recientemente sobre el compositor Frederic Monpou. La mayor parte de su extensa obra filosófica gira entorno a los problemas que conforman la experiencia de la vida cotidiana, como La austeridad y la vida moral (su primer libro en 1956), La aventura, el tedio, lo serio, La ironía, Lo irreversible y la nostalgia, La muerte, El perdón, Lo puro y lo impuro y Lo no sé qué y lo casi nada (3 tomos).