Oriana Fallaci: «Hay momentos, en la Vida, en los que callar se convierte en una culpa y hablar en una obligación. Un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del que uno no se puede evadir». Con La rabia y el orgullo, Oriana Fallaci rompió un silencio que había durado diez años. Lo rompió inspirándose en el apocalipsis que la mañana del 11 de septiembre de 2001, no lejos de su casa de Manhattan, desintegró las dos torres de Nueva York y redujo a cenizas a miles de personas. Enriquecido con un dramático prefacio donde cuenta cómo nació este texto y explica por qué el terrorismo islámico no se concluye con la derrota de los talibanes en Afganistán, Oriana Fallaci describe la realidad global de la Guerra Santa. Además, cogiéndonos por sorpresa, habla de sí misma: de su trabajo, de su hermético aislamiento, de sus rigurosas e intransigentes posiciones. Insertando a menudo recuerdos personales y episodios aclaratorios de su vida, nos habla de los temas relacionados con el 11 de septiembre de 2001: Norteamérica, Europa, Italia, el Islam, nosotros. Sobre todo nosotros. Con su famoso coraje, lanza durísimas acusaciones y arroja furiosas invectivas. Con su brutal sinceridad, expone penetrantes ideas y pasiones, incómodas verdades y reflexiones que reprimió durante esos años de obstinado silencio. Este «pequeño libro», como lo calificó Oriana Fallaci en su prefacio, es en realidad un gran libro. Un libro precioso, un libro que sacude las conciencias, más bien las trastorna. Pero es también el retrato de un ama: la suya. Permanecerá en nosotros como una espina dentro de nuestra cabeza y nuestro corazón. «No queréis entender que si no nos oponemos, si no nos defendemos, si no luchamos, la yihad vencerá. Y destruirá el mundo que, bien o mal, hemos conseguido construir».
Nacida en 1930 en Florencia, fue educada en una familia antifascista y su padre fue líder en la lucha contra Mussolini. Como periodista colaboró con publicaciones como Il Corriere della Sera, Le Nouvel Observateur, Der Stern, Life, The New York Times o The Washington Post. Como corresponsal de guerra cubrió los principales conflictos de nuestro tiempo: Vietnam, las revoluciones latinoamericanas (Brasil, Perú, Argentina, Bolivia, así como de la Masacre de Tlatelolco en Ciudad de México, donde fue una de las únicas supervivientes tras ser alcanzada por disparos de la policía), Líbano y Kuwait.
Fallaci se hizo célebre por sus desafiantes entrevistas con figuras poderosas como Willy Brandt, Lech Walesa, Moammar Gaddafi, Ariel Sharon, el Shah de Irán, Indira Gandhi o Deng Xiaoping. Fue la única persona en entrevistar al ayatolá Jomeini a quien, en un momento que ha pasado a la historia del periodismo, lanzó con furia su chador tras hacerlo trizas. Terminó sus días amargamente decepcionada con la cultura occidental por fracasar ante el auge del Islam radical. Falleció en su Florencia natal el 15 de septiembre de 2006.