La hoguera donde un día de febrero de 1600 fue ejecutado Giordano Bruno tuvo la virtud de hacer de él un símbolo, un gran símbolo incluso: el del librepensador perseguido por el oscurantismo y la intolerancia. Pero la llama que hizo brillar al "mártir" fue la misma que oscureció al "filósofo", comprimiendo su obra en la angosta forma de los lemas. Mitificado, reducido a un rasgo emocionante, Bruno ganó en proyección, pero ya era un Bruno esencialmente mutilado. Interpretaciones correctas y no incompatibles, tanto la idealista como la materialista; pero el Bruno que a mí me interesaba, y que aún sigue interesándome, es otro: es el Bruno de los métodos de la memoria, el del "idioma de la imaginación"; en una palabra, el Bruno "mágico". Por eso, a la hora de hacer una selección de sus escritos, juzgué que las páginas latinas de magia y mnemónica debían figurar junto a las italianas de metafísica y cosmología. De no haberlo hecho así, el retrato intelectual de Bruno habría resultado incompleto. Ignacio Gómez de Liaño
Giordano Bruno Nacido en 1548 en el Virreinato español de Nápoles, abandona en 1576 la orden de los dominicos para emprender una vida nómada que le llevó a Francia, Inglaterra, Alemania, Bohemia, Suiza y, de nuevo, a Italia. En esas condiciones escribió su vasta obra filosófica, mnemotécnica y mágica. Prendido por la Inquisición en 1593 y trasladado a Roma, murió abrasado en la hoguera en 1600.