Fomentar el desarrollo de una personalidad autónoma y crítica desde la temprana edad es el antídoto para arrebatar el pensamiento único y las presiones sociales en la adultez.
Boris Cyrulnik cuestiona las nociones gregarias del nacionalismo, el fanatismo grupal y el odio que él mismo experimentó bajo la forma de antisemitismo durante su infancia, y que se están repitiendo en la actualidad como consecuencia de discursos dominantes, políticas autoritarias o conflictos bélicos.
En ¡No al totalitarismo!, el célebre neuropsiquiatra francés relata su propia experiencia biográfica y acude a la vida de Josef Mengele, Adolf Eichmann o Stefan Zweig, entre otros, para explorar las peligrosas consecuencias que derivan de los mecanismos de conformismo y sumisión a las ideologías predominantes que se siguen produciendo en las sociedades de hoy en día.
La Historia se repite y sin embargo: ¿por qué para algunas personas resulta más fácil resistir (y hasta rebelarse) a discursos dominantes mientras que otras prefieren refugiarse en una servidumbre confortable? La respuesta está en los primeros 1000 días de la vida del bebé, pues garantizar un apego seguro durante la etapa infantil ayudará a desarrollar la confianza de uno mismo y la autoestima necesarias para entrenar una visión más crítica de la realidad y alcanzar una verdadera libertad interior.
Boris Cyrulnik. Nacido en Burdeos en 1937 en una familia judía, sufrió la muerte de sus padres en un campo de concentración nazi del que él logró huir cuando sólo tenía 6 años. Tras la guerra, deambuló por centros de acogida hasta acabar en una granja de la Beneficencia. Por suerte, unos vecinos le inculcaron el amor a la vida y a la literatura y pudo educarse y crecer superando su pasado.
No es ni mucho menos gratuito que el Dr. Cyrulnik haya indagado tan a fondo en el trauma infantil: con siete años vio cómo toda su familia, emigrantes judíos de origen ruso, eran deportados a campos de concentración de los que nunca regresaron. "No es fácil para un niño saber que le han condenado a muerte". Era el típico caso perdido, un "patito feo" condenado a llegar a la edad adulta convertido en un maltratador, un delincuente o un tarado.
Boris Cyrulnik se transformó en un neuropsiquiatra, psicoanalista y estudioso de la etología, siendo uno de los fundadores de la etología humana.