Novela galardonada por unanimidad con el Premio de Novela Negra La Trama.
Escritora frustrada, obsesiva y adicta a los medicamentos, Julia Irazu es una auténtica experta en complicarse la vida, pero esta vez los problemas vienen de fuera. De manera accidental se ve envuelta en una red de tráfico de arte, entre intereses millonarios y delincuentes sin escrúpulos, y conoce a Viktor Sokolov, un supuesto espía ruso junto al cual vivirá una aventura llena de peligros entre Bilbao, Palermo y San Petersburgo.
Paradójicamente, será entonces cuando Julia descubra un principio básico que desconocía. Y es que, para morir, siempre hay tiempo.
Dueña de una prosa adictiva y dotada de un fino sentido del humor, Carmen Conde irrumpe con fuerza en el actual panorama literario, dispuesta a robar muchas horas de sueño a los lectores con esta novela de espías que no se parece a ninguna otra.
Carmen Conde (Cartagena, Murcia, 1907-Majadahonda, Madrid, 1996) es una de las voces más significativas de la literatura española del siglo XX, así como uno de los ejemplos más lúcidos de defensa y visibilización de la escritura de mujeres. Autora muy prolífica, cultivó diversos géneros a lo largo de su trayectoria, aportando en todos ellos su particular visión y su rico dominio del lenguaje. Fue merecedora del Premio Nacional en dos ocasiones: en 1967 por Obra poética (1929-1966), en la categoría de Poesía, y en 1987 por Canciones de nana y desvelo, en la categoría de Literatura Infantil y Juvenil. Entre sus títulos destacan también Brocal (1929), Ansia de la gracia (1945), Mujer sin Edén (1947), Al encuentro de Santa Teresa (1979) y Soy la madre (1986), entre otros muchos. Consciente del poder transformador de la cultura, fundó -con Antonio Oliver- la Universidad Popular de Cartagena en 1931, aunque la Guerra Civil puso fin a este proyecto. Carmen Conde fue la primera mujer en ser académica de número en la Real Academia Española, donde ocupó la silla K. Su discurso de ingreso, pronunciado en 1979 y titulado Poesía ante el tiempo y la inmortalidad, ponía de relieve la injusta invisibilización de las escritoras y reivindicaba algunos nombres, como los de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado y Rosalía de Castro. En 1992 legó al Ayuntamiento de Cartagena toda su obra literaria y su archivo documental, y en 1995 se constituyó el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver en dicha ciudad.