Enigmática y retraída, pero rebelde y tenaz, alejada de todos,y también de la tradición poética a la que le abocaba su tiempo, Emily Dickinson fue creando a lo largo de su vida una obra intimista y original, cristalina a la par que de profundidades insospechadas, en la que explora la mente y el alma humanas al tiempo que se interroga acerca de los sentimientos y la naturaleza, la vida y la inmortalidad. Dejó a su muerte 1.775 poemas, de los que sólo publicó siete en vida. La gran escritora argentina Silvina Ocampo irrumpió en ese frágil universo al emprender, con la misma meticulosidad y pulcritud que la poeta norteamericana, la traducción de 596 poemas, que nos transmiten su estilo, incólume desde sus primeros versos, y nos llegan tan diáfanos como en el instante de su creación.
La poetisa norteamericana
Emily Dickinson nació en Amherst,
Nueva Inglaterra, en 1830. Estudió en la Academia de Amherst y en el Seminario
Femenino de Mount Holyoke, Massachusetts, donde se formó en un ambiente
calvinista muy rígido, contra el que manifestó un obstinada rebeldía, pero que
impregnó profundamente su extraña concepción de Universo.
Emily
Dickinson se aisló muy pronto del mundo y no admitió, a partir de entonces,
entrar en contacto con nadie que no estuviera a la altura de sus conocimientos
y de sus afectos, como lo estuvieron, por ejemplo, sus cuatro preceptores :
Benjamin Franklin Newton, quien le hizo leer en edad muy temprana a Emerson, y
luego el reverendo Charles Wadsworth, el escritor Samuel Bowles y el Juez Otis
P. Lord, con quienes mantuvo una correspondencia abundante y asidua a la que
hoy recurren todos aquellos que desean ahondar en la aventura espiritual de tan
peculiar personalidad.