La obra de Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) consta de noventa y cuatro comedias largas, más de cuarenta piezas de teatro breve, veintitrés guiones cinematográficos, cuatro novelas grandes, treinta y nueve novelas cortas, diez tomos de ensayo, veinticinco conferencias, varias recopilaciones de piezas cortas, críticas teatrales, cartas, libros de aforismos, y una cantidad difícilmente computable de artículos periodísticos. Sin embargo, sus versos no se han recogido hasta el momento en ninguna colección, pese a que Jardiel fue un hábil versificador, como lo demuestran algunas de sus comedias escritas en verso.
Jardiel continúa de alguna manera la tradición española del verso humorístico, que arranca con el Arcipreste de Hita, halla su cumbre en Quevedo y llega hasta Vital Aza y Juan Pérez Zúñiga. Su aportación es la adaptación a la modernidad y la experimentación con formas métricas poco usuales. Los versos que conforman este volumen gozan de una inusitada variedad, alternándose el soneto con la cuaderna vía, el romance con el verso libre más vanguardista, la silva con la copla popular y los heptasílabos con los dodecasílabos, tan poco frecuentes en castellano.
Los poemas que integran esta obra provienen de cuatro fuentes principales: sus Obras completas; los publicados en diversas revistas humorísticas (Buen Humor, Gutiérrez, etc.), durante los años veinte y treinta; algunas composiciones interpoladas en sus obras teatrales y los versos totalmente inéditos de la colección personal de sus herederos.
Enrique Jardiel Poncela fue uno de los escritores españoles más rupturistas de la primera mitad del siglo XX. Dramaturgo, novelista y guionista, conoció a Manuel Machado, quien le animó en su vocación, y a Ramón Gómez de la Serna que ejerció una gran influencia personal y literaria sobre él. Su obra, relacionada con el teatro del absurdo, se alejó del humor tradicional acercándose a otro más intelectual, inverosímil e ilógico, rompiendo así con el naturalismo tradicional imperante en el teatro español de la época, lo que le supuso no pocas críticas. A esto hay que sumar sus posteriores problemas con la censura franquista. Sin embargo, el paso de los años no ha hecho sino acrecentar su figura, y sus obras siguen representándose en la actualidad, habiéndose rodado, además, numerosas películas basadas en ellas. De su producción teatral destacan Una noche de primavera sin sueño (1927), Angelina o el honor de un brigadier (1934), Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936), Eloísa está debajo de un almendro (1940) y Los ladrones somos gente honrada (1941). Entre sus novelas más destacadas figuran Amor se escribe sin hache (1929), ¡Espérame en Siberia, vida mía! (1930) y La «tournée» de Dios (1932).