Estas páginas son un fragmento de las Memorias amables que ya muy viejo empezó a escribir en la emigración el Marqués de Bradomín. Un Don Juan admirable, ¡El más admirable tal vez!, era feo, católico y sentimental. Así define don Ramón del Valle-Inclán sus SONATAS, en las que, dentro de la trayectoria del Modernismo y desde una perspectiva absolutamente original, contrahace el viejo mito. El movimiento modernista trae consigo una visión artística de la vida, una ideología religiosa en la que el amor y lo profano se revisten de formas sagradas y, en contraste con el realismo burgués, exalta lo aristocrático refinado y cosmopolita. El protagonista de las SONATAS es un arquetipo de nueva cultura. Difícilmente podría hallarse mejor introductor y compañero de lectura de estas dos SONATAS, donde vamos del ambiente primaveral de la Italia del norte a la exuberancia del estilo mexicano, que Pedro Gimferrer. Escritor y académico de la Real Academia Española de la Lengua, es uno de los primeros especialistas en el Modernismo, e introductor, a la vez, de una corriente neomodernista en la poesía hispánica.
Ramón del Valle-Inclán fue un novelista, poeta y autor dramático español, además de cuentista, ensayista y periodista. Inicia estudios universitarios, pero no termina la carrera de Derecho, ya que muy pronto se decanta por la literatura. Tras pasar una temporada en Madrid, marcha a México donde escribe para la prensa y, sobre todo, conoce y asimila el Modernismo. Vuelve a Madrid y se incorpora a la vida cultural y bohemia de la ciudad como promotor del Modernismo. Provocativo y extravagante, su estilo literario evolucionó desde un exuberante modernismo y un maduro expresionismo hasta sus peculiares composiciones esperpénticas. De entre su obra destacan las cuatro Sonatas (de primavera, de estío, de otoño y de invierno), que suponen la culminación del modernismo español