Durante un atardecer primaveral en la ciudad de Nicolaaiev, el joven teniente de la marina imperial Yergunov tropieza accidentalmente, o al menos eso parece, con una joven desconsolada llamada Emilia Carlovna, sin percibir peligro alguno...
(Oriol, Rusia, 1818 - Bougival, Francia, 1883) encarna la voluntad del hombre para sobreponerse al determinismo familiar y social y ser dueño de su propio destino. El autor de Padres e hijos mantuvo siempre la confianza en un diálogo fluido con el legado de la Ilustración. Con Lluvias primaverales (1872) alcanzó la más depurada fórmula de su personal visión del amor como motor de la humanidad.