Un adulterio fuera de lo común sirve a Alberto Moravia de pretexto argumental para conducir al lector a zonas poco exploradas del alma humana. La brillantez de su prosa traza el retrato de un universo cerrado, dominado unas veces por el exhibicionismo y otras por una curiosidad peculiar, aquella en la que el hombre que mira renuncia a llegar al fondo de las cosas porque, de conocer la entera verdad, perdería el irrenunciable placer de mirar. Con una audacia sólo al alcance de los grandes maestros, Moravia sorprende al lector una vez más con su capacidad de renovar enteramente el planteamiento de los grandes temas clásicos, en este caso la lucha del hijo contra el padre o la del amor idealizado frente a la pulsión sexual.
Alberto Moravia, pseudónimo de Alberto Pincherle (Roma 1907-1990) empezó su actividad en 1927 colaborando en la revista 900. Todavía muy joven y convaleciente de una tuberculosis, comenzó a escribir acerca de las dificultades morales de las personas socialmente alienadas. Trabajó durante muchos años en Il Corriere della Sera y representó a Italia ante el Parlamento Europeo desde 1984 hasta su muerte. Desde su primera novela, Los indiferentes, se perfila una trayectoria narrativa caracterizada por la descripción y la crítica frontal de los vicios de la sociedad del siglo XX, más allá del naturalismo o del realismo decimonónico. Un distanciamiento pesimista y amoral vuelve a aparecer en Las ambiciones defraudadas, El desprecio y La mascarada, gracias a un estilo narrativo deliberadamente monótono, gris, preciso. Además de estos títulos también escribió La romana, Agostino, El conformista, La campesina y El tedio; y varios libros de viajes y recopilaciones de artículos periodísticos.