TSE, LAO / AMARGO, PABLO (Ilustración)
Lao Tse dejó constancia escrita de su sabiduría en el Tao Te Ching, uno de los textos fundamentales del taoísmo, el movimiento espiritual y filosófico que desde hace más de dos mil años inunda toda la cultura oriental. Su contenido aúna belleza y sabiduría en una serie de aforismos breves, que, con aparente sencillez, conforman en realidad una de las obras más completas y exigentes que se hayan escrito. Dejarse llevar por su mensaje y capacidad sugestiva es la mejor manera de reflexionar, con serenidad, acerca de nosotros mismos.
Lao Tsé no fundó ninguna escuela, al contrario de lo que hizo Confucio. No sentía ni el deseo ni la necesidad de hacerlo. Porque no tenía la intención de difundir una doctrina. Vislumbró para sí las grandes conexiones universales, y vertió dificultosamente lo visto en palabras, abandonando a otros espíritus afines de épocas posteriores la tarea de seguir independientemente sus indicaciones, y contemplar por sí mismos el conjunto del mundo, las verdades que había descubierto. Y lo consiguió. En todos los tiempos han existido pensadores que levantaron la vista por encima de los fenómenos pasajeros de la vida humana, hacia el sentido eterno del proceso cósmico, cuya grandeza desafía toda conceptualización.