Continúan las aventuras del detective creado por Léo Malet, adaptadas por Jacques Tardi, y esta vez a todo color. Tratando de ahogar las penas en alcohol, Néstor Burma pasó la noche en un tugurio de mala muerte de un barrio de las afueras. No recuerda del todo lo que pasó. Pero la sorpresa llega cuando a la mañana siguiente su amigo Covet le lleva al mismo sitio para investigar un asesinato, y más aún cuando le convierten en el principal sospechoso.
Léo Malet (1909-1996), anarquista conservador, como le gustaba definirse, es uno de los padres de la novela negra francesa. Huérfano desde muy joven, se mudó de su Montpellier natal a París cuando era un adolescente, allí se movió en los ambientes anarquistas y trabajó en los más diversos oficios: picapedrero, albañil, periodista, figurante de cine o incluso cantante de cabaret. En los años treinta formó parte del grupo de los surrealistas y gracias a su amistad con Breton, Magritte o Aragon tomaría contacto con el mundo editorial y lograría publicar sus primeros poemas.Aunque cultivó diferentes géneros, y se ganó la vida como novelista popular bajo diferentes seudónimos, Léo Malet alcanzó el éxito con la novela negra gracias a Nestor Burma, un detective privado, descarado, ex anarquista y fumador de pipa que apareció por primera vez en 1942 en la novela Calle de la Estación, 120 y que terminaría siendo el protagonista de más de una treintena de títulos. En 1954 inició un ambicioso proyecto inconcluso: Les Nouveaux Mystères de Paris, una serie de veinte novelas ambientadas en cada uno de los arrondissements (distritos) parisinos, entre las que destaca Niebla en el Puente de Tolbiac (1956; Libros del Asteroide, 2008). Calle de la Estación, 120 fue llevada al cine en 1946 por Jacques Daniel-Norman y al cómic en 1988 con dibujos de Jacques Tardi y guión de Tardi y el propio Malet. Murió en Chatillon, el día en que cumplía 87 años.