Juan Larrea e Ignacio Ellacuría, uno poeta y americanista y el otro filósofo y educador, han sido seleccionados, para este ensayo, como representación de las personalidades universales que la tierra vasca ha dado en el siglo XX. Son, sin duda, cada uno a su manera, un claro prototipo del vasco que se entrega para extender sus conocimientos y su actividad, su «fruto», por el mundo, que sabe dar de lo mucho de bueno que tiene para que de ese «fruto» se beneficien no sólo sus paisanos, sino también las gentes de otros territorios y países, aunque a uno esto le llevara a la marginación y al olvido y al otro a la muerte violenta por asesinato.
Juan Larrea, de origen
navarro, que nace en Bilbao en 1985, constituye un caso peregrino en las letras
hispánicas, pues, no es sólo el poeta de los versos enigmáticos de Versión celeste. Es también el prosista
original de numerosos libros (se acercan a la quincena sus ensayos) que se
revelan como una de las fuerzas más vivas y más interesantes de la cultura hispánica
del siglo. Sin duda con él adviene otra manera de enfocar el mundo. La idea
racional queda malparada con Larrea que ha escrito obras tan revolucionarias en
el terreno de la Cultura como Rendición
de espíritu (1943), La espada de la
paloma (1956) y Razón de ser,
que nos deslumbran con su vasto mito apocalíptico sobre la mutación de la
cultura de Occidente.